Encuentro cartas de Dios tiradas por la calle y su firma en cada una, y las dejo donde están porque sé que dondequiera que vaya otras llegarán puntualmente.
(Walt Whitman)
 
 
 

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REFLEXIÓN POLÍTICA

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Arciprestazgo 2 de Albacete ciudad

A veces parece que los cristianos flotamos entre el cielo y la tierra, pero la realidad que vivimos nos afecta como al que más, al tiempo que nuestra fe nos ayuda a afrontar con esperanza los problemas que ella nos plantea. Uno de los objetivos del programa del arciprestazgo para este año era hacernos presentes en las situaciones y hechos más relevantes del momento. Y para complicada y urgente, la actual crisis política.

Una tentación recurrente en la historia española es la de reinventar permanentemente en vez de recoger y mejorar los logros ya conseguidos. En los 16 años de vida de la Constitución, se ha ido desarrollando nuestro sistema democrático, cuyos supuestos (el sentido democrático de derecho) e instrumentos (representación parlamentaria y separación de poderes) mantienen aún toda su validez. En los últimos años, sin embargo, han salido a la luz pública sucesos que ponen de relieve que, al menos en tres dimensiones, estos mecanismos no han funcionado correctamente.

  • Corrupción por motivos económicos o políticos ( Juan Guerra, Naseiro, Roldán, Conde, De la Rosa, Hormaechea, PSV, Palomino, Filesa, BOE...)
  • Bloqueo de algunas instituciones clave de la vida política por falta de acuerdo o por zancadillas partidistas (Defensor del Pueble, Consejo General del Poder Judicial...)
  • Extralimitación de la administración del estado en el ejercicio de algunas de sus funciones (Caso GAL, Fondos Reservados, Televisión Española, injerencias desacreditadoras del poder judicial...)

Todo ellos ha originado una legítima indignación pública que se traduce en una perdida de credibilidad de la función pública y de quienes la ejercen. Estos hechos condenables demandan con urgencia la puesta en práctica de medidas correctoras, pero éstas deben plantearse siempre desde las posibilidades que el propio juego democrático ofrece, sin crear nunca la sensación de que el modelo constitucional está agotado.

Los obispos nos recuerdan que no es posible una actitud de permanente recelo o de crítica irresponsable ante lo político (La verdad os hará libres, Documento de los Obispos Españoles nº 60), pero al mismo tiempo insisten en que la vida política debe tener unas exigencias morales que eviten los abusos y las corrupciones, "tentaciones de las que no está exento el ejercicio del poder político" (Ibid, nº 61). Por ello, es exigible a los políticos una concordancia entre le vida pública y la privada (Ibid, nº 62).

Siguiendo esta valoración positiva pero crítica de la función pública, e independientemente de que se celebren o no elecciones generales anticipadas y de que las gane uno u otro partido, nos parece que los cristianos debemos estar unidos en la defensa de los principios democráticos que garanticen la convivencia y fundamenten la búsqueda de un orden social más justo.

  1. En una dimensión moral general, seguimos pensando que:
    • La tolerancia y el diálogo como medio de realización de la misma son actitudes irrenunciables.
    • El fin nunca puede justificar los medios que se emplean para conseguirlo. La violencia, se quiera o no, termina engendrando y legitimando más violencia.
    • La ética personal debe prolongarse necesariamente en una ética social.
  2. En la dimensión de funcionamiento político, nos parece razonable estar de acuerdo en los siguientes criterios básicos:
    • Reconocimiento positivo del compromiso público y político sin confundirlo con determinados comportamientos que lo desacreditan. Sería conveniente aclarar todas las sospechas que suscitan estos comportamientos, evitando pactos de silencio y manipulación informativa.
    • Autonomía y articulación adecuada de los tres poderes democráticos (ejecutivo, legislativo y judicial). No se debe judicializar la política ni politizar la justicia.
    • Perfeccionamiento de los mecanismos electorales (listas abiertas...)
    • Profundización de las dimensiones "olvidadas" de la democracia: socio-cultural (supresión de la exclusión de grupos marginados) y económica (no se puede vender a cualquier precio la justicia laboral y económica).
  3. Por último, en una dimensión más personal y como compromiso cristiano, debemos recordar que es tarea de todos:
    • Mantener un juicio sereno, evitando dramatismos y generalizaciones.
    • Asumir participación y compromisos sociales y políticos en partidos y movimientos ciudadanos (asociaciones de vecinos, asociaciones de padres, grupos ecologistas y pacifistas, ONGs...)
    • Ser nosotros los primeros en cumplir con honestidad nuestras responsabilidades ciudadanas (por ejemplo: pagar impuestos) y hacer valer nuestros derechos (por ejemplo: estar informados); y llegado el momento, si ocupamos algún cargo público, practicar todos los valores que exigimos y defendemos.
 
 
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