Un símbolo religioso no se basa en creencia alguna, Y sólo donde hay una creencia hay error
(Ludwig Wittgenstein)
 
 
 

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APUNTES SOBRE EL PACIFISMO EN LAS RELIGIONES. LAO TSÉ Y MO TI

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Kike Sáez Palazón

Sirvan estas líneas de subrayado a las últimas acciones en contra de la ampliación del campo de tiro de Chinchilla y los juicios contra insumisos (Perico Camacho, Fco. Jesús Genestal, y Juan González). Es interesante profundizar en la aportación pacifista de algunas tradiciones religiosas, en concreto en este caso, de extremo oriente, el taoísmo. En este sentido, hablar de pacifismo desde un marco religioso recuerda sin duda la figura de Mahatma Gandhi apóstol de la ahimsa y partidario del movimiento sarvodaya , pero quizás sean menos conocidas otras aportaciones, que tienen sobre todo como escenario a China en vez de a la India. A pesar de las numerosas guerras, los chinos siempre han sido un pueblo amante de la paz, así, hay tradiciones confuncianas que propugnan el ideal de una sociedad pacíficamente organizada. Igualmente, su historia ha conocido movimientos revolucionarios de carácter semirreligioso inspirados en el deseo de una gran paz universal (caso de los Turbantes amarillos a finales de la dinastía Han o la GRAN PAZ a mediados del siglo XIX). Por su cercanía, puede dar lugar a confusiones la concepción japonesa del Shinto que preveía la instauración de una paz universal, a través de la difusión de la religiosidad japonesa centrada en la figura del emperador, pero como se ve, es otro planteamiento más político y proclive al expansionismo imperialista. Profundizar en la gran tradición china, será más fructífero para nuestro fin.

Es verdad que en el centro de la filosofía confuciana se encuentra el hombre como principio que respetar por encima de todas las cosas, y que la suprema virtud para Confucio –jen- a veces en vez de ser traducida por bondad, es interpretada como humanidad. Pero el inminente carácter practico de las tradiciones religiosas originariamente chinas y su apego a lo terrenal y humano, tuvo por parte del confucianismo una mayor aceptación en las clases nobles, quedando el taoísmo y su filosofía vital, más naturalista, para las clases bajas. Aunque a Confucio se le atribuye la invención de la Regla Aurea – no hacer a los demás lo que no desees que te hagan a ti - como eje troncal de su planteamiento moral, posteriormente su concreción histórica ha hecho más uso de la dialéctica del padre sabio con el hijo sumiso, representados por el estado y el pueblo. Confucio deseaba que la sociedad no cambiara, sólo debía perfeccionarse, así cuando el budismo irrumpió en China, con su ideal de igualdad, hubo una reacción por parte del confucionismo, las doctrinas de la renuncia y la metafísica india eran en este contexto absurdas.

El taoísmo sin embargo, poseía una interesante concepción de lo natural y del retorno a los orígenes, donde la “violencia” se concibe como un virus que perturba dicho equilibrio primigenio. De esta forma aparece la doctrina del Wu Wei, la no-acción. Esta inactividad perfecciona sin obrar y obtiene sin buscar; el individuo debe rechazar el poder, la ambición y las normas de la moral inventada por el hombre. Se trata de una protesta taoísta contra la violencia de la fuerza militar, la multiplicación de las leyes o la aplicación de las normas morales confucionistas, las cuales según el taoísmo aumentan la culpabilidad, la agresión y la miseria humana.

Lao Tsé (s. VI a d. C) y Mo Ti (s. V a.d.C), el primero considerado fundador del taoísmo serán dos exponentes de esta línea religiosa de pensamiento. Muchos estudiosos no dudan de calificar a Lao Tsé de anarquista , encontramos así este texto: A medida que aumentan las leyes limitando la acción de los hombres, éstos se empobrecen; si abundan armas poderosas el estado se vuelve caótico; a medida que aumenta el número de leyes y decretos aumenta también el número de ladrones.

También en el Tao te king encotramos en referencia a la idílica naturaleza sin gobierno este otro: En tiempos pasados los hombres ignoraban la existencia del gobernante, más tarde lo conocieron y lo veneraron, más tarde lo temieron, más tarde lo insultaron. Aparece así la objeción del taoísta contra las guerras, que no está basada en conceptos morales o humanitarios, sino en la insignifican-cia de todo aquello que la conquista puede ganar o la defensa puede asegurar.

Es impresionante este texto a raíz de esto: Un buen soldado no es violento; un luchador hábil conserva siempre la calma; un conquistador efectivo no guerrea; un jefe capaz es humilde. Llamemos al conjunto de estas cualidades la virtud del pacifismo o la virtud del hombre que sabe dominar sus pasiones.

Posterior a Lao Tsé, Mo Ti supuso una reacción al rito, las costumbres y a las ceremonias que el confucianismo imponía en la corte. Es una pena que diccionarios tan prestigiosos como el Brandon o el Poupart no se ocupen de nuestro personaje. Por estar en contra, Mo Ti renegaba hasta de la música y los funerales, pero también frente a las diferencias sociales, muy acentuadas de siempre en China. Impresiona cuando un pensador como Lin Yu Tang dice que el Evangelio había sido predicado en China quinientos años antes de Cristo: Es algo tan descorazonador como llegar al Polo Sur y encontrarse que otro ha estado allí antes.

Mo Ti creía posible el amor universal que impediría las guerras, la esclavitud y la explotación humana. La crítica a los funerales del ritualismo confuciano venía porque los familiares dejaban en ellos todas sus economías. También se asombra Mo Ti de que el hombre que roba un cerdo sea universalmente condenado y generalmente castigado, mientras que el hombre que invade y se apropia un reino sea considerado como un héroe para su pueblo y un modelo para la posterioridad. La igualdad de los bienes kien li, se consigue desde el amor universal, aunque haya que poner para ello la otra mejilla. Para acabar narraremos un encuentro entre Confucio y Lao Tsé que desconcierta sobre todo por la ironía de la respuesta del fundador del taoísmo. El escenario es en la biblioteca de Lo, capital del reino de Chou, donde Lao Tsé ejercía de bibliotecario. Lao preguntó a Confucio que cual era la bondad y el deber; el primero respondió que son sentimientos innatos en el ser humano, Lao insistió y Confucio añadió que la bondad y el deber son tener un corazón sin fraude y amar a todos los hombres sin parcialidad. Lao Tsé frunció el ceño; La segunda parte me suena muy peligrosa –dijo. Hablar de amar a todos los hombres es una exageración y forjarse una mentalidad para ser imparcial es, en si mismo una especie de imparcialidad.

Concluyendo, la respuesta de Lao nos habla de dos peligros a la hora de tratar el tema del pacifismo: puesto que somos parciales, no caigamos en purismos, respetemos los procesos y el transcurso de las acciones y eduquemos en la construcción de un mundo más justo, sin ejércitos y tolerante, pues en contra de lo que dice Confucio, la historia muestra demasiadas guerras como para solucionar el problema desde el amor innato. Y es que independiente-mente de la naturaleza del hombre, la transmisión cultural lleva implícitas las herramientas de la guerra y la muerte, Lamark tenía razón en lo de la transmisión de los caracteres adquiridos pero no en lo biológico sino en lo cultural.

 
 
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