Todo es una perla brillante, incluso el antro del demonio de la montaña negra
(Dogén)
 
 
 

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EL CAMINO HACIA LA FE EN JESÚS DE NAZARET II

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Antonio Carrascosa Mendieta

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS

Como puede verse en la primera parte (El camino hacia la fe en Jesús de Nazaret I. La experiencia discipular de la muerte de Jesús), nuestra reflexión sobre la fe en Jesús se fundamenta en estos dos grandes pilares que son su muerte y resurrección, desde la intuición firme que poseemos de que fue la experiencia esencial en la fe de los discípulos a la que nos queremos acercar. Dos pilares estrechamente unidos entre sí, como hemos podido comprobar, por ejemplo, al hablar de la muerte según las Escrituras. Me interesa recordar algunas cosas de las que dije al principio para situarnos mejor. Decíamos que la experiencia de la resurrección:

  • Es fruto de la experiencia vivida junto a Jesús, desde su comienzo en el Jordán hasta su muerte en la cruz.
  • Hace volver sobre esta vida y muerte para entenderlas, en un movimiento continuo de un lado para otro, retroalimentándose.

Me interesa así mismo, recordar otro movimiento "retroalimentativo" que también sugería al principio de estas reflexiones. La experiencia de la muerte y resurrección a su vez:

  • Es fruto de su comprensión de la humanidad, de sus expectativas personales e históricas, entendidas desde la clave creyente de la fe judía.
  • Hace volver sobre ella para entenderlas de manera nueva.

Es en esta interrelación desde donde ahora vamos a abordar el tema de la resurrección de Jesús. Insisto una vez más (a lo mejor no hacía falta, pero  por si acaso) en que mi acceso a la resurrección no es el exegético o histórico, sino que tratamos de llegar a la experiencia de los discípulos. Propongo en este sentido un recorrido por tres experiencias que a la luz de todos los textos parecen cruciales cada vez que se habla de la resurrección de Jesús: el sepulcro vacío, las apariciones y la fe en el resucitado.

El sepulcro vacío

No está aquí...

En un primer nivel, el sepulcro vacío se presenta como un dato objetivo, verificable empíricamente. Es el único dato empírico que presentan los discípulos como prueba (bastante frágil, ciertamente) de la resurrección. Y, puestos del lado de la experiencia discipular, podríamos hacernos una primera pregunta: ¿es la experiencia del sepulcro vacío la que anima la fe en el resucitado?

Ciertamente, en la comprensión "circular" en la que nos estamos moviendo, ya casi la respuesta está dada: temporalmente es difícil afirmar qué experiencia precede a otra, sino que se van "retroalimentando" una a otras. Sí que podemos decir que la experiencia del sepulcro vacío va perdiendo intensidad frente a las otras dos que abordaremos (también, como veremos, las apariciones frente a la fe en el resucitado). Todo ello, además, lo tendríamos que relacionar con lo que hemos dicho de la experiencia de la muerte.

Sin perder esta perspectiva circular, digamos que en los textos el sepulcro vacío aparece como anterior a las apariciones, pero muy vinculado a ellas. Podemos suponer que en ese proceso de profundización que señalábamos, la noticia del sepulcro vacío probablemente traída por algunas mujeres (sea o no sea el auténtico de Jesús, parece innegable la existencia de un sepulcro vacío señalado como tal) se suma en coherencia  a este proceso y le ayuda a avanzar. Y esta noticia provoca en ellos una experiencia muy humana, muy accesible a todos: la de que no está en la muerte. Esto poco define todavía sobre el estado real, pero es una experiencia, como digo, muy humana, que tenemos cuando contemplamos un cuerpo muerto de alguien muy querido: "ahí no está". Ésta es la experiencia, en definitiva, del sepulcro vacío. No nos interesa el dato objetivo que, por cierto, como decíamos, va perdiendo fuerza con el tiempo. Nos interesa la experiencia que tiene detrás: no está en la muerte.

Y unida a esta experiencia de no pertenecerle a la muerte, el sepulcro vacío es indicio de algo tremendamente elemental, pero que no debemos pasar por alto: si hay sepulcro vacío es porque hubo sepulcro "lleno", porque Jesús murió realmente, porque la muerte realmente lo tuvo "atrapado". El sepulcro vacío aleja la tentación de una muerte aparente o irreal. Murió realmente, pero no está en la muerte. Es más, sólo porque murió realmente podemos hablar con propiedad de que no está en la muerte. Un poco complicado, pero merece la pena pensar en ello.

Tratemos de imaginar, ¡no tengamos miedo! Esta experiencia sólo se produce en aquellos con los que hemos tenido una intimidad, una relación, una presencia fuerte. ¡No! ¡Ahí no está! Más de una vez hemos sentido esto ante una lápida (lo cual no quiere decir que dejemos de visitarla, arreglarla, etc... Sentimiento curioso que se repite en el caso del sepulcro de Jesús). Esta experiencia del "no está aquí el que ha muerto" se eleva y profundiza aún más al encontrar el sepulcro vacío... "no está aquí", "¿por qué buscáis entre los muertos...?" son palabras del sepulcro vacío.

Como digo, no es una experiencia que en sí tenga una concreción positiva (todavía no dice dónde está). Es la experiencia de que aquél que queremos, que ha sido tanto para nosotros, que nos ha estado tan presente en la vida, que por todo ello lo buscamos, no hemos de buscarlo en la definitividad de la muerte, definitividad que se expresa ante todo en un cuerpo inanimado. Al hablar en estas categorías de fe, perdonadme si a veces las palabras no consiguen expresar todo lo que quiero decir... Confío en que me entendáis por encima de las palabras concretas... ¡Ha muerto realmente, pero no está aquí!

Las apariciones

Se les abrieron los ojos y lo reconocieron (Lc 24, 31)

Insistía al empezar este apartado que nuestra perspectiva no es la de la exégesis, ni es la perspectiva histórica. Sería muy interesante acercarnos texto a texto a los relatos de las apariciones del resucitado y estudiarlo con detenimiento, pero no es nuestra perspectiva, que si bien necesita de la exégesis, va más allá en búsqueda de la experiencia de los discípulos. ¿Qué sería realmente lo que experimentarían los discípulos?

Lo que primero habría que decir con respecto a nuestra perspectiva es que son los discípulos y discípulas, y sólo ellos, los que tienen la experiencia de las apariciones de Jesús después de muerto. Jesús se aparece sólo a sus discípulos, a los que lo habían seguido. No tenemos ningún testimonio de aparición pública de Jesús (como fue su predicación, o sus milagros), ni de ninguna aparición a hombre o mujer que no hubiese sido seguidor del maestro de Galilea. Los evangelistas nunca ofrecen un testimonio así para apoyar su testimonio. Esto es un dato tremendamente significativo para nuestro estudio. Mirado desde una perspectiva neutra, no hubiese estado de más que los evangelistas, que se dirigen a lectores distantes en el tiempo y espacio de los hechos narrados, hubieran ideado unas apariciones públicas o privadas de Jesús a sus enemigos. Si no lo hacen es porque se quieren situar en una óptica determinada: quieren transmitir no un dato histórico, sino una experiencia creyente.

Ello nos lleva a una conclusión bien patente: las apariciones hay que entenderlas en continuidad con toda esta serie de experiencias que vivieron los discípulos de Jesús. Nadie que no haya seguido a Jesús hasta Jerusalén y haya vivido todo lo que nos ocurrió desde su arresto puede ser testigo de las apariciones. Siguiendo lo que hemos venido diciendo aquí, sólo quien ha experimentado el fracaso rotundo que supone la muerte de Jesús, quien ha vivido esta muerte como entrega, quien ha entendido misteriosamente y con confianza que todo ello estaba acorde con las Escrituras, quien ha experimentado que Jesús no puede estar en la definitividad del sepulcro, quien ha pasado por este camino (que aquí lo hemos descrito particularmente con estos pasos, pero que podría describirse de otra manera) es testigo de la aparición de Jesús después de muerto. Esta continuidad, insisto aunque sea machaconamente, como algo que viene después del sepulcro vacío como un escalón más, sino de un modo circular y admitiendo la variedad de procesos dentro de los discípulos. Esta continuidad quiero también verla sugerida en los textos de apariciones, donde vemos unos discípulos, unas veces fracasados, otras miedosos, otras pensativos, escrutando, o abiertos a la esperanza, o todo ello mezclado. Podríamos decir que las apariciones les sorprenden en "estado de gestación", gestando la resurrección. Quizás muy atrasados, la mayoría de las veces, en este estado, a lo mejor simplemente en el estadio del fracaso y decepción, a lo mejor intuyendo ya que en todo esto está interviniendo Dios, pero gestando, rumiando (permitidme) todo lo que ha pasado.

Y los textos que hemos recibido nos hacen ver también que junto a esta continuidad entre apariciones y la experiencia gestante de los discípulos, se da igualmente una clara discontinuidad con respecto a la misma. Hay un salto cualitativo entre todas las experiencias descritas anteriormente y las apariciones de Jesús. Sobre todo, porque interviene algo externo, una realidad distinta a ellos y ellas. Por supuesto que, como acabamos de decir, la aparición les sorprende gestand,o y sin esta gestación no hay aparición. Pero la aparición no es fruto sólo de la gestación. Con ello no digo que sea una experiencia externa a los discípulos: podríamos decir que siendo parte de la experiencia interna no está provocada simplemente por ellos. Aunque es difícil precisar todo esto con palabras, confío que se me entienda.

Ahondando un poco más en esta experiencia singular de los primeros creyentes que son las apariciones del crucificado, podríamos añadir un dato más: las apariciones expresan una realidad personal, no una rehabilitación sin más de ideas, misión, tarea. No se trata de un anuncio poderoso de Dios o de ángeles que invite a seguir la tarea de Jesús, que diga: la misión de Jesús, creíais que había fracasado, pero no; la muerte de Jesús os invita a continuar su tarea que sigue viva... No se trata de una simple rehabilitación de la causa. Las apariciones vienen a indicar que aquí no se trata de una simple continuación del proyecto de Reino: es que el mismo Jesús está vivo. Esto es de vital importancia para descubrir esta experiencia discipular que andamos buscando. Sea como fuere esta experiencia, está íntimamente ligada a la persona de Jesús. No sólo al Reino, ni siquiera sólo a Dios Padre y sus proyectos: sin persona de Jesús no hay fe en la resurrección. Y cuando decimos la persona de Jesús hablamos de la posibilidad de relación con alguien con quien ellos han tenido una historia. Aquí cobra toda su dimensión la continuidad entre el resucitado y el crucificado de la que hemos hablado. Insistiremos más sobre esto en el siguiente apartado.

Aquí sólo apunto este dato importante para comprender lo que significan las apariciones: aquél con el que hemos tenido una historia de relación personal es el que se aparece y con ello permite continuar con la relación personal. De una manera nueva, por supuesto, pero es una persona lo que tenemos delante de nosotros. La fe de los discípulos es la fe en que la relación personal con Jesús no acabó en la cruz, sino que está abierta al futuro.

Esta experiencia de una relación que continúa creo que es la que pretenden señalar muchos detalles de los relatos que tenemos. Por ejemplo, María reconocida por su nombre; Pedro invitado a amar tres veces; la misma invitación a volver a Galilea; pero, sobre todo, una acción por encima de todas ellas, la comida. Muchos señalan la "comensalidad abierta" (a pecadores, prostitutas, enfermos, publicanos, etc.) como una de las características más peculiares y hondas de la relación entre Jesús y sus seguidores. Por eso, la afirmación de que Jesús en persona se aparece, se traduce inmediatamente en "podemos seguir comiendo con él". Por eso yo pienso que los relatos de Jesús comiendo con sus discípulos no son una afirmación de su realidad física, sino proclamación de que hay una relación que sigue viva.

Lógicamente, y esto ya lo podéis imaginar sin que yo lo haya dicho, también la experiencia de las apariciones apunta a que esta relación personal entra en una dimensión nueva. Para empezar, casi todos los textos nos hablan de la dificultad que experimentan para reconocerlo, para caer en la cuenta de que era él, cosa difícil de imaginar, toda vez que era un rostro, una personal tan familiar. No es sin más una "visión" del mismo que había vivido entre nosotros. Pero, y más importante, los textos nos hablan de apariciones y no de un simple volver al curso continuo de la vida. Ciertamente, una aparición personal, pero una persona "evanescente". La impresión que uno se lleva cuando lee los relatos es de apariciones puntuales que desatan una experiencia de fe, una experiencia que sí será continua, que será la que fundamenta la vida de estos hombres y mujeres.

Aquí me permito distinguir entre las experiencias de las apariciones del crucificado y la interpretación que posteriormente a todo ello harán estos discípulos. A esto último sí que yo lo llamo "fe en el resucitado", porque va mucho más allá de ver al que había sido crucificado. De ver la aparición de un difunto a la confesión de fe  en que está resucitado hay un paso que estos hombre y mujeres darán. De algún modo, quiero decir que después de haber sido tocados desde fuera, los discípulos continúan en su "gestación".

La misma tradición evangélica nos sugiere cómo va perdiendo intensidad la experiencia de las apariciones y va ganando fuerza la "fe en el resucitado". Éste es uno de los puntos de apoyo para la universalización de la experiencia de estos creyentes. Con todo, hay que decir que aunque desaparezcan las apariciones, lo que no desaparece es la conciencia de que la persona de Jesús está viva. Aquí es donde se gestará la conciencia y experiencia del Espíritu Santo. Bueno... Pero éste no sea quizás el momento. Vamos a ahondar en eso que llamamos la fe en el resucitado.

La fe en el Resucitado

Si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía es nuestra fe (1 Cor 15, 14)

Toda esta serie de experiencias de los discípulos les ha llevado a afirmar que su maestro vive para siempre por intervención de Dios. Así resumiríamos lo que ellos expresan con el término -ahora sí lo expresamos sin reservas- de resurrección. Y no sólo como un dato de su fe, sino como el dato de su fe: la fe de los discípulos será la fe en el resucitado.

Al hablar de fe en el resucitado estamos hablando de cómo interpretan ellos todo lo sucedido, no sólo la historia y muerte de Jesús, sino esta historia a la luz de las experiencias que han vivido desde su muerte y que hemos intentado trazar aquí. ¿Qué significa todo esto? ¿Cómo interpretarlo? El significado que dan a todo ello es lo que llamamos resurrección. Un significado que no será simple interpretación teórica, sino un significado existencial, vital, al que entregan la vida. La resurrección de Jesús no es una formulación teórica, no es un dato ideológico, sino la expresión de una interpretación vital. Tampoco es algo que le haya pasado a Jesús solamente (que también, no lo negamos), sino algo que por haberle pasado a Jesús, le ha pasado a los discípulos. ¿Cómo podríamos describir esta interpretación / significación vital que llaman con el nombre de resurrección? Trataremos de desmenuzarlo.

Dios ha actuado. Ésta es la constatación primera con la que interpretan vida y muerte de Jesús. Ha actuado en su vida y no ha dejado de actuar cuando asesinan a Jesús. Ellos ya eran conscientes de que así era en vida de Jesús, pero la muerte del maestro les había causado la sensación de una "interrupción", de una "derrota" de Dios. Ahora miran hacia atrás para tratar de leer como un continuo la actuación de Dios que no ha sido derrotado en la muerte de Jesús, que ni siquiera ha obtenido una "derrota" parcial, sino que todo forma parte del plan de Dios. La muerte de Jesús y las experiencias con las que se ha interpretado han puesto en marcha toda una serie de convicciones de fe (y las seguirán generando en otros creyentes) que forman parte de ese plan de Dios trazado desde la creación.

¿Cuáles son estas convicciones de fe? Podríamos resumirlas en tres:

  • Lo que Jesús era para nosotros como personas sigue siendo. Paradójicamente, la muerte de esta relación íntima que teníamos con él ha permitido que siga viva dicha relación.
  • Lo que Jesús era para la historia humana, las esperanzas de cumplimiento, de avance que despertó siguen siendo válidas. Paradójicamente, la muerte estas expectativas ha permitido que sigan vivas.
  • Lo que Jesús era para Dios y lo que Dios era para él sigue siendo. Paradójicamente, la muerte de esta relación, el patente abandono a la humillación y la muerte, han supuesto que esta relación se eterna. La muerte de Jesús lo ha hecho vivir para Dios.

tres afirmaciones que habrá que leer de la clave fundamental de la vida de Jesús: el Reino de Dios. Creo que en las tres frases resumiríamos lo que el Reino predicado por Jesús suponía, un vuelco a la persona, un vuelco a la historia humana, un Dios que sostiene, anima, hace crecer y garantiza este vuelco.

Todo ello sigue vivo a través de Jesús que sigue vivo y porque Jesús sigue vivo. Insisto: sin un Jesús experimentado como vivo nada de ello podría quedar vivo... O al menos, no es ésa la esperanza de sus discípulos. Me vais a permitir que lo diga un poco más poéticamente: sigue vivo lo que sembró en nosotros porque sigue vivo el sembrador. Conciencia de que sembró algo en nosotros que sin su presencia no podía crecer. Pero precisamente su ausencia nos ha hecho percibir que seguirá en nosotros presente y en otros para hacerlo crecer. Lo que despertó en nosotros de cara a nuestras personas, a nuestra historia y a Dios sólo con él puede crecer. La muerte ha dado paso a una presencia para siempre que permitirá a nosotros y a otros que sigan vivas estas semillas y sigan creciendo... Gracias por permitirme la licencia poética.

Mensaje y persona de Jesús se han unido para siempre, como podemos ver. Por eso se pasa de predicar el mensaje de Jesús a predicar a Jesús mismo. Pero se han unido en la experiencia personal de los discípulos: sin el mensajero, no hay mensaje.

Tendremos que volver sobre la historia de Jesús para descubrir eso que había sembrado, eso que había despertado en ellos y ellas. ¿Qué despertó de cara a sus personas? ¿Qué despertó de cara a sus esperanzas históricas? ¿Qué despertó en ellos de cara a Dios? Toda esta siembra que realizó en vida es lo que podemos llamar fe pre-pascual. Los discípulos tenían una fe en Jesús que, ciertamente, muere con su maestro, pero que renace con él, que resucita con él. Podríamos decir aquí también esto de la continuidad y la discontinuidad. En relación a la continuidad, ellos sienten que estas expectativas, que estas esperanzas, que esta semilla, que esta fe sigue viva.

En cuanto a la discontinuidad tendríamos que decir que la fe entra en una dimensión nueva. ¿Cómo definir esta discontinuidad?

  • La misma presencia de Jesús es de un tipo distinto. Una presencia no sujeta a los condicionantes del tiempo y del espacio, pero precisamente por ello abierta en ese tiempo y espacio.
  • Universalizable: todos están llamados a la fe. Ya no es exclusiva de del grupo de amigos, incluso romperá las barreras del pueblo de Israel.
  • Garantía de victoria: es el mismo Dios el que ha intervenido y ello garantiza la victoria, el cumplimiento de nuestras expectativas.

Concluyendo, diré que la resurrección significa afirmar que la fe que Jesús había despertado en sus discípulos sigue viva y es posible para cualquiera porque el que la ha sustentado sigue vivo. Y sigue viva en continuidad con la que ellos vivieron en vida de Jesús pero de una manera nueva. Se impone, como siguiente trabajo, volver sobre esta fe que Jesús despertó en ellos. Sin esta fe no hay ninguna otra fe. Aquí adquiere sentido lo que venimos diciendo de que sin historia de Jesús no hay fe, porque es en la historia de Jesús donde se despertó la fe que luego, tras la muerte, resucitó. Por eso, la tarea que se nos pide tras todo lo que hemos dicho supondría:

  1. Volver sobre  las experiencias de fe pre - pascual de los discípulos para profundizar en ellas.
  2. Preguntarnos cómo quedan afectadas estas experiencias por esa experiencia fundante que es la muerte y resurrección.
  3. Ver cómo puede quedar iluminada nuestra propia fe en Jesús por todo ello.

Eso es lo que nos queda pendiente para un próximo trabajo.

 
 
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