Un símbolo religioso no se basa en creencia alguna, Y sólo donde hay una creencia hay error
(Ludwig Wittgenstein)
 
 
 

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APARTE DE LOS LINCES, MÁS ABORTO, NO [El Pueblo de Albacete, 11/04/2009]

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Fco. Javier Avilés Jiménez

Si de un tema tan complejo como el del aborto, no me atrevo a hablar tranquilamente en los cuatro mil caracteres y pico que tienen estos artículos de opinión ¿cómo se podría reducir a un lema publicitario o a una consigna electoralista? Qué gran error, y lo han cometido todas las partes implicadas en este debate, es convertir en contraseñas fácilmente ridiculizables y objetables, por simplistas, la oposición o el apoyo a una decisión siempre dramática y tan importante para todos; sí, para todos, también para los varones, aunque no paramos (de parir, porque parar sí que paramos y, con la crisis, de forma espeluznante). Mis miedos a tan siquiera pensar en voz alta sobre este tema, proceden, a partes iguales, de los partidarios del aborto, que consideran, sin discusión previa, reaccionaria sin más la oposición a dicha práctica, y de los contrarios a la misma, entre los que sin embargo me hallo, que no admiten matiz que vaya más allá de un escueto y tajante veredicto de genocidio. Como cristiano que intento ser, aunque a duras penas si me aproxime, estoy en contra del aborto. Aún así, tengo mis dudas sobre la conveniencia de centrar y fundamentar dicha oposición en la definición de la persona desde el mismo instante de la concepción. Me vale con apuntarme a fortalecer el derecho a la vida y la obligación de respetarla, con un cerco de seguridad que iría desde antes de su nacimiento hasta sus últimos momentos. No obstante, puedo comprender, como obligación del legislador, que se atienda a la realidad del aborto como un hecho, para prevenir las posibles consecuencias sobrevenidas, añadidas a la ya de por sí terrible devaluación de la vida.

Sin necesidad de comparaciones extrapoladas, como la del lince, sí que defiendo la necesidad de un debate serio y razonado. Pero, un debate que se produzca más en torno a una mesa que en las vallas publicitarias o en los programas televisivos de parodias, pues en ambas plataformas, todas las posturas son susceptibles de ser reducidas a caricatura. Y lo que nos jugamos es mucho. Tanto como la seriedad con la que tratamos la vida humana y sobre la que, aunque estemos en condiciones de intervenir ampliamente en ella, tal vez debiéramos ponernos unos límites que impidan que ésta valga poco, muy poco.

Hace ya unos años, se aprobó la despenalización del aborto en tres supuestos, de los cuales, el tercero –la salud de la madre-, experimentó de manera tácita una notable ampliación, hasta convertirse prácticamente en un cuarto supuesto, que era el más aplicado: motivos psico – sociales. Aún estando a favor de no recurrir a dicha medida como solución a los embarazos no deseados, el apoyo a la familia y a las madres que se lo planteaban, era entonces, y lo sigue siendo ahora, una prioridad que tanto partidarios como opositores al aborto debiéramos proponernos de forma seria y coherente. Por ello, creo que la información sexual debería ser más completa, también más rigurosa, sin reducirla a mera información anticonceptiva, pues la minimización de la reproducción como integrante biológica de la sexualidad, también conduce a muchos embarazos precoces. Claro está que, por la misma razón, pienso que la moral católica, tal y como vienen demandando muchas voces dentro de la propia Iglesia, debiera ir revisando sus nociones de métodos anticonceptivos naturales y no naturales, como base para el rechazo de casi todos los métodos anticonceptivos, con lo cual resulta heroica la paternidad responsable de quienes se atienen fielmente a dicha orientación. Pero, bien sé que esto será improbable mientras no se produzca antes una renovación profunda de toda la visión católica de la sexualidad, de forma que no se reduzca sólo a la reproducción la razón de su bondad.

En cualquier caso, y por alusiones, aunque la moral sexual de la Iglesia sea manifiestamente mejorable –todo lo humano lo es para los que creen en Dios- es del todo injusto que se niegue que esa institución, por vetusta que pueda parecer a algunos, junto a todos sus errores históricos y actuales, sigue estando en primera línea de defensa de la vida, y no sólo de la no nacida, también de las víctimas del sida. Es una gran injusticia para nuestra sociedad, en beneficio tan sólo de una pobreza mental, convertir la reflexión sobre extremos tan delicados, que tocan a derechos y deberes fundamentales, en un intercambio de descalificaciones y etiquetas. No sólo en las asignaturas se educa en ciudadanía, también con los hábitos de comunicación, o, lo que es peor, con la falta de buenos hábitos de escucha, argumentación y sereno intercambio de visiones. Dejemos la frivolidad para otros menesteres informativos, de los que bien pudiéramos también prescindir.

 
 
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