La Iglesia sólo es Iglesia cuando sirve a los demás.
(Dietrich Bonhoeffer)
 
 
 

|

|

|

 
 

Enciclopedia teológica

volvervolver
 

El año mil
Juan Antonio Ruescas

Resulta actual todo lo relacionado con el Medievo, según veremos en los artículos de este fascículo. ¿Por qué? Una mirada a lo que pasaba hace mil años nos puede dar algunas pistas. En torno al año mil, el orden del mundo se hallaba perturbado por razones diversas, se diría que el mundo entero, de común acuerdo, había decidido arrancarse los harapos de su antigüedad Los arcaísmos ideológicos fueron igualmente derribados para dar paso a nuevas representaciones sociales. (Cf. Raoul Glaber) . Al final de nuestro milenio, hablamos del año mil, hablamos de la Edad Media. ¿Mil es sólo una cifra redonda? El siglo décimo es la antesala de la sociedad feudal. Se trata de un momento en el que empieza a surgir, casi imperceptiblemente, algo nuevo, que se gestará lentamente, alumbrando una nueva situación. Por eso tiene interés para nosotros. Conociendo los orígenes de una sociedad tenemos mucho trabajo hecho en nuestro esfuerzo por comprenderla. ¿Podrá ese esfuerzo iluminar nuestro presente? Nuestro momento histórico es momento de cambios, y sería hermoso pensar que estos cambios preparan algo nuevo. Lo desconcertante de estos tiempos que vivimos, los cuales nos desbordan, ¿encierran la gestación de algo tan nuevo y duradero como lo que se fraguaba en el siglo décimo, lleno de incógnitas, cambios profundos y por supuesto miedo al futuro? ¿Es quizá por eso que todo lo medieval nos resulta a nosotros, protagonistas de este final de siglo, tan apasionante, tan lleno de interés, y tan rebosante de temas que no dejan generar temas para novelas y otras publicaciones? (véase, también en este fascículo, el artículo sobre El nombre de la rosa) .

Guy Bois titula su libro sobre esta época La revolución del año mil. Según este medievalista francés, era una auténtica revolución lo que se gestó en esa época. La revolución feudal representó una enorme liberación de energía social cuyas consecuencias más directas fueron la eclosión urbana, las futuras formas de expansión agraria, o la multiplicación de las iglesias románicas (Bois p. 179). Los datos que nos permiten hablar de una revolución no están sacados de las grandes crónicas de los acontecimientos políticos más importantes (por lo demás escasas en esta época), sino de la vida de una aldea casi anónima descubierta en las actas de una comunidad de monjes en Lournard.

¿Qué cambios se produjeron?, ¿realmente fueron tan importantes? Repasemos someramente algunos de los cambios que se produjeron. No fue hasta después del año mil que la esclavitud – y todo el sistema social en que hay detrás de ella- desapareció realmente. Tímidamente, se frena ese proceso que duraba ya siglos por el que la sociedad era cada vez menos urbana. Hasta el siglo X, la ciudad no había dejado de perder terreno, cediendo progresivamente su importancia; al término del proceso se ha convertido prácticamente en una ciudad fantasma en el seno de una sociedad que se ha “ruralizado”. Pero en la época que nos ocupa, eclosiona la realidad urbana, a al menos empieza a eclosionar. Se dibuja una red jerarquizada de ciudades pequeñas, medianas y grandes. Aunque este renacer de las ciudades se vio posteriormente frenado, es en este momento cuando empieza a despuntar. Y aún se produjeron más cambios importantes: el intercambio pasó a ocupar un lugar cada vez más importante en la economía. La ciudad y el campo, que hasta entonces eran autosuficientes, comenzaron a ser económicamente interdependientes.

Se explica, por tanto, lo zozobra con la que al parecer se vivieron los últimos años del primer milenio y los primeros del segundo. La revolución feudal fue un hecho capital de la historia de Europa y de occidente, que la marcaría en lo sucesivo. Conmocionó al Occidente carolingio en su conjunto. Unas nuevas formas de control político, que atribuían una gran importancia a los vínculos personales, sustituyeron a las agonizantes instituciones públicas. Nuevos patrones ideológicos vieron la luz. En resumen, se redefinieron por completo los grupos sociales y sus relaciones respectivas. Las estructuras económicas tampoco resultaron ajenas a los nuevos vientos: el intercambio, los mecanismos de mercado y una división inédita del trabajo entre la ciudad y el campo insuflaron a la economía una dinámica propia, que le confirió una mayor autonomía frente a la esfera política La revolución feudal resultó múltiple en sus manifestaciones concretas: un semillero de transformaciones locales con distintas cronologías. En ello radica su mayor originalidad como revolución (Cf Bois). No tuvo lugar ningún acontecimiento simbólico cuyo recuerdo pudiese quedar grabado en la memoria de los hombres y servir para identificar una revolución con nombre y apellidos. Ni siquiera el año mil sirvió de hecho simbólico que definiese esta época de transformación. Más bien se debe considerar esta época como una época de desorganización de la vida social.

El signo más importante de esta desorganización fue el aumento generalizado de la violencia en la última década del siglo X. Se desató la agresividad de los guerreros contra los campesinos y a veces contra las iglesias, en un cúmulo de rapiñas y destrucciones. Entre treinta y cuarenta años de convulsiones: ese fue el precio a pagar por el “alumbramiento de la sociedad feudal”. ¿No es la violencia algo que está presente, a todos los niveles, en nuestro momento actual, caracterizando también el final del segundo milenio?. Parece que nuestro tiempo también es tiempo de abusos, de violencia de muchos tipos ejercida sobre mucha gente. La época milenarista es de una efervescencia religiosa peculiar. Terribles plagas diezmaban la población, y se encontró el remedio a esta peste apocalíptica en la intervención de numerosos santos. El pueblo halló en sus favores la curación anhelada. De nuevo con palabras de Glaber, Más de tres años después del año mil, las iglesias fueron renovadas en casi todo el universo. La inflexión del año mil no fue revolucionaria solamente por la violencia que liberó, sino también por la naturaleza de sus protagonistas. No sólo los grandes de la sociedad, sino también los medianos y los pequeños se sumaban al movimiento de cambio.

 
 
© 2009- Revista Universitaria de Teología de Albacete Diseño y HostingOnirics
Inicio