Un símbolo religioso no se basa en creencia alguna, Y sólo donde hay una creencia hay error
(Ludwig Wittgenstein)
 
 
 

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Enciclopedia teológica

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La leyenda Artúrica y el Ideal de Caballería
José Ángel

Al referimos a esta parte de la historia, en muchas ocasiones lo primero en que pensamos es que fue una época oscura, de ritos ocultos o esotéricos, un mundo lleno de misterios y fantasías alimentadas en la actualidad, ya en el cine o por la literatura, donde convivían dragones, hadas u otros tipos de seres de carácter milenario, a la vez que se desarrollan culturas de índole guerrero ubicados en mundos llenos de magia. Esta puede ser la impresión que pueden dar aquellas novelas de caballerías escritas a partir de los siglos XII y XIII, recopiladoras de los cantares que narraban oralmente aquellos juglares con su laúd o flauta. Pero no hay que engañarse, dicha literatura aparte de ser recreativa, es una literatura militante que trata de imponer su visión del mundo y de la sociedad, porque sus héroes son a la vez los dobles y los modelos, las sombras y los ídolos, las huellas y las matrices de esa clase social denominada como nobleza.

Al hablar entonces de la caballería y del ciclo artúrico hay que clarificar varios conceptos: el primero hace referencia a la imagen que se tienen de esos caballeros con sus opulentas armaduras y pesadas armas, de la misma forma que de su opulento estilo de vida; a esto se debe de hacer referencia al tiempo en el que se compusieron estos relatos, que son el reflejo del momento en el que vivieron, así, la primera noticia que se tiene de aquellos ideales caballerescos está en la referencia al poeta nonnando Wace, quien en su obra Roman de Brut (1 155), mencionó por primera vez esa mesa redonda que el rey Arturo habría hecho fabricar. Pero el crepúsculo del ciclo artúrico fue con la aparición de la novela anónima La Muerte del rey Arturo cuya fecha de terminación puede situarse en tomo a los años 1225-1230. El segundo concepto trata del ideal caballeresco muy propio de las gentes del medievo y que sobre todo hace alusión a la virtud.

La caballería es una institución que se introdujo en el sistema feudal hacia el año mil, era caballero, en un sentido estricto, todo hombre de armas que ha pasado por los ritos de una ceremonia de iniciación, es decir, la investidura, y sobre todo debían de obedecerse unas determinadas reglas y observar una particular manera de vivir. Los caballeros no formaban una clase jurídica sino una categoría social, que si en un principio estaba abierta a todo el mundo, ya fuese o no plebeyo, a partir del siglo XII, los caballeros suelen reclutarse entre lo hijos de caballeros y formar así una clase hereditaria.

La caballería es ante todo una forma de vida, la literatura épica y cortés nos proporciona descripciones detalladas, aunque algo engañosas debido a su carácter ideológico. Es también una ética, aunque la existencia de un verdadero código de caballería está atestiguada únicamente en la literatura habiendo una diferencia en el siglo XII entre los modelo literarios y la realidad cotidiana. Además los preceptos de dicho código difieren de una obra a otra. Por ejemplo, los ideales del Cantar de Roldán ya no son los de Chrétien de Troyes.

La caballería se puede resumir en tres grandes principios: fidelidad y lealtad a la palabra dada ante todos; generosidad, protección y asistencia a todos los menesterosos; obediencia a la Iglesia y defensa de sus ministros y bienes. Así, el "sol de toda caballería" no son ni Parsifal, ni Galahad que aparecerán en 1220 en la Búsqueda del Santo Grial, ni tampoco lo es Lanzarote que sus amores con la reina Ginebra lo hacen incompatible con las virtudes de la caballería. Pero en cambio Galván, sobrino del rey Arturo y caballero de la Tabla Redonda, posee el más alto grado de las cualidades que se esperan de un caballero: la franqueza, la bondad y la nobleza de corazón, la piedad y la templanza, y, en general, las virtudes que el antiguo francés denomina como largesse y courtoisie.

Para finalizar, el origen de la leyenda artúrica proviene del siglo IX, un tal Nenius compuso una historia de los antiguos habitantes de Inglaterra donde mencionaba un caudillo celta llamado Arturo luchando contra los invasores sajones y derrotándolos en la batalla de Mons Baldonicus, pero en las crónicas no se mencionaba a ningún rey Arturo, fechando la batalla en el 516.

 
 
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