Un símbolo religioso no se basa en creencia alguna, Y sólo donde hay una creencia hay error
(Ludwig Wittgenstein)
 
 
 

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Enciclopedia teológica

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Arte y belleza en la Edad Media
Antonio Díaz García (Doctor en Historia y Profesor de arte)

Los que sentimos una debilidad especial por la pintura gótica del s. XV nos sería muy fácil hacer una loa de los aspectos femeninos y humanos de la Virgen... y llenar una página poética y, además, verdadera. No es este el momento de esta loa. Más bien voy a resaltar un aspecto que considero importante en el arte medieval ( que es casi decir arte religioso) que deberíamos rescatar los que nos asomamos ya al siglo XXI. Es el tema de la armonía integradora. Basta leer autores medievales como Hugo de San Víctor, San Buenaventura o Santo Tomás, (por no hablar de S. Francisco) para ver cómo la obra de arte la concebían los medievales dentro de una unidad que abarcaba la vida diaria, los trabajos del campo y la artesanía, la naturaleza y la religión.

El arte medieval fue muy mal tratado por las concepciones renacentistas y relegado a la categoría de feo y bárbaro. Fue el romanticismo el que lo rescató y le dio una categoría simbólica que en no pocos aspectos idealizó, sin corresponder a la realidad. Sí que captó un valor que, a im. entender, es verdadero: La capacidad del arte medieval para llegar a la verdad infinita que es Dios. A través de las ideas de Plotino y el Pseudo-Dionisio pasa a la Edad Media un concepto de belleza que triunfará: La belleza visible es símbolo de la belleza invisible de donde todo mana, el cosmos y las realizaciones humanas.

No es fácil que, después de vanos siglos de pensamiento laico (mejor laicista), caigamos en la cuenta hasta qué punto, en la mentalidad medieval, estaban vinculados el valor estético del arte y lo religioso. Cuando toda la vida está sacralizada , carece de sentido imaginar una distinción entre lo estético y lo religioso, entre arte cristiano y arte profano. Sólo cuando la vida se "profaniza", se puede hacer arte religioso. Por eso, de alguna manera, el arte medieval no es arte religioso, porque la realidad armónica del hombre comprendía lo artístico, lo religioso, la naturaleza y la vida cotidiana como parte de un universo en que todo esta integrado y referido a la fuente de belleza y vida que era la divinidad.

Nosotros, aún los que tenemos fe, al estar más impregnados de profanidad de lo que creemos, tenemos que hacer un segundo esfuerzo cuando contemplarnos la obra de arte para trascender su belleza. La tentación del hombre actual, al contemplar la obra de arte, es quedarse en su aspecto estético "intramundano y sensible". Para el hombre medieval esta tentación no se daba puesto que el arte era parte de la "totalidad de la belleza" creada por Dios y la referencia a la divinidad era tan connatural como para nosotros los usos ordinarios de los instrumentos técnicos de nuestras casas. Por eso creo que una de las enseñanzas importantes del arte medieval es la capacidad integradora en la realidad total y, como consecuencia, la búsqueda de la armonía y sintonía con valores profundos. En un mundo donde la "filosofía del fragmento"; de los distintos "roles" que debemos jugar ; de la reducción de la realidad a "realidad práctica e instrumental"... no se me ocurre, para mostrar la diferencia entre el arte medieval y la realidad actual, que los ejemplos que nos muestra el perro de Paulov, reducido a un instrumento práctico-útil para la psicología y el lobo de Gubbio al que San Francisco amansó y lo reintegró a la naturaleza... "simplemente" para que estuviera en ella y fuera un reflejo más de la bondad del Creador.

Un poeta contemporáneo, P. Claudel, que se convirtió a la fe precisamente oyendo música dentro de la catedral de Notre Dame de París, a las horas en que el sol penetra y envuelve en mil colores el ambiente del templo, traspasando las vidrieras góticas, resume seguramente el espíritu que los medievales tenían del arte: " El hombre no está hecho para dejarse divertir por la música o por los sueños. No necesita música, sino sustancia, realidad. Es una profanación no querer ver en la naturaleza más que la belleza, sin rendir con ella homenaje a Dios. Eso se llama adorar ídolos. Es manchar la naturaleza mirarla sólo en ella misma, como si no tuviera relación a otra cosa; ponerla en el lugar de Dios ... El hombre está hecho para algo distinto de la belleza: para la causa de la belleza ". (JOUMIA, mayo 1942).

 
 
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