La conciencia de un mundo real y significativo está íntimamente ligada al descubrimiento de lo sagrado
(Mircea Eliade)
 
 
 

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Enciclopedia teológica

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Una posmodernidad muy medieval
Antonio Javier Ortiz

De un tiempo a esta parte estamos observando en los medios de comunicación un interés creciente por todo lo relacionado con la Edad Media. Sin embargo, al margen de ciertas inclinaciones estéticas, al filo del milenio, vuelven a aparecer entre nosotros actitudes medievales que desentonan con el progreso técnico que hemos alcanzado.

El parecido entre ambos momentos es más que casual. El tiempo al que los historiadores se refieren como "Decadencia del Imperio Romano", y que coincide con el auge del Cristianismo estaba caracterizado por una fuerte crisis de identidad entre los ciudadanos del Imperio: las guerras civiles que presidieron el s.l d.C. habían hecho olvidar los viejos ideales republicanos. Este vacío "ideológico" estaba siendo ocupado a marchas forzadas por una pléyade de creencias de origen oriental. Igualmente, doctrinas filosóficas como la neoplatónica se caracterizaban por una visión de la realidad teñida de misticismo. Este abigarrado panorama de sectas, religiones y escuelas filosóficas en lucha fue sustituido por el cristianismo que se impuso sin fisuras (aunque sí con algún cisma y no sin ciertas desviaciones más o menos heréticas), imponiendo una visión de la realidad férrea que hacía que toda la creación, y el hombre con ella, mirara únicamente a Dios.

Hoy en día, agotada la Modernidad que heredamos del "Siglo de las Luces", en plena crisis de la Postmodernidad, nos encontramos en un momento de vacío espiritual e ideológico, que las formas tradicionales ya no llenan: partidos e iglesias dejan su puesto a las sectas y a creencias de tipo esotérico. Por otro lado el común de las gentes prescinde de los conocimientos librescos y se deja guiar, muchedumbre ágrafa, por las representaciones visuales que le dan la escueta visión del mundo que requieren para dirigir sus vidas, como antaño en los bajorrelieves y vidrieras de las iglesias, ahora en la pantalla de sus televisores. Semejante formación, ajena a la escritura, confería y confiere un horizonte de explicación del mundo atópico y anacrónico. Me explico, no existe sentido de diferencia local o temporal. Y aún en esto la Edad Media nos llevaba ventaja, pues los atlas medievales representaban a los habitantes de las tierras australes como de tez tostada y semidesnudos, y a los pueblos árabes con las testas cubiertas por los preceptivos turbantes, mientras que en nuestros días de la aldea global, cualquier “cosmopaleto” vestirá pantalones vaqueros, llevará su correspondiente gorra americana, y al margen de su procedencia beberá Coca-Cola, mejunje que ni el más osado de los alquimistas se hubiera atrevido a encumbrar como la piedra filosofal del internacionalismo, más allá de comunismos y esperantos.

Al mismo tiempo, las noticias no se acumulan como piezas de mosaico componiendo un retrato coherente, sino que sueltas, independientes, nos llama la atención primero una, luego otra... sin ser más que una distracción para la vista. Privadas de algo que las ate a la realidad se convierten en intercambiables y son sustituidas unas por otras. De forma semejante a lo que ocurría en la Edad Media con los cantares de Gesta. Éstos, compuestos y transmitidos de forma oral, analfabeta, eran recreados en cada ocasión; el 'uglar, conocedor de la trama del episodio que se proponía narrar, empleaba distintos mecanismos para la versificación improvisada. Con lo cual cada nueva versión es única, disntinta a las anteriores e irrepetible, sustituyendo a las que la habían precedido. Esto conlleva una ausencia de memoria, no se perciben diferentes cantares, sino el mismo, aun cuando stricto sensu no lo sean. Con las noticias sucede lo mismo. A pesar de su "variedad", parece que siempre contaran lo mismo: cambian los detalles, pero el marco general no, la imagen que nos dan de la realidad, lo que al fin y al cabo constituye nuestra realidad, no cambia.

Por otro lado la educación, cada vez más centrada en las exigencias del mercado laboral, y menos en la educación, proporciona una visión del mundo que, en contra de lo que normalmente se cree cuando se dice que es "de ciencias", carece del rigor científico exigible. Y decimos esto no porque consideremos que las enseñanzas de las materias científicas no tengan los niveles deseables, sino porque éstas, a la larga no contribuyen a dar una explicación de la realidad de acuerdo con el desarrollo de la física, la astronomía, etc., sino que sólo sirven para conseguir que la gente tenga una fe ciega en la ciencia. Puede parecer una contradicción, fe ciega en la razón, pero no lo es, en general cualquier cosa que diga un señor con una bata blanca en televisión será creída, nos fiamos por sistema de aquello que se nos dice, aun cuando no lo comprendamos. El medieval magister dixit ha sido sustituido por el ilustrado scientificus dixít, la cosa no ha cambiado mucho.

Una educación semejante, que cada vez relega más los conocimientos humanísticos, unida a las características de la información a las que nos hemos referido antes, conlleva una pérdida total del sentido del devenir histórico. La gente no es capaz de percibir la diferencia que pueda haber entre el comportamiento de un político hoy y el programa electoral que ayer lo llevó al poder, sólo cuenta el último telediario. Y se presta más atención a los presagios milenaristas: la peste, el fin del mundo... Maastricht, la existencia de vida en Marte, los expedientes X... que a aquellas realidades cuya transformación las estructuras políticas democráticas ponen a nuestro alcance.

Evidentemente estos paralelismos no nos han de hacer suponer una vuelta a la Edad Media, época de la que sólo hemos destacado componentes negativos derivados de una estrecha visión del mundo, no hemos hecho mención de tantos temas interesantes que nos podría proporcionar, como son el "amor cortés"; el nacimiento del Islam, que alcanza su mayor esplendor en este momento; la coexistencia de las distintas religiones en la península, que se prolongó de forma fructífera hasta el Renacimiento, época que pese a sus luces y su antropocentrismo no dudó, en virtud de la raison d'etat, en aplicar la solución final a judíos y moriscos; y podríamos añadir muchos otros ejemplos que nos darían de la Edad Media una imagen muy alejada de las habituales sombras, incurias e ignorancias. Sin embargo no deja de parecemos preocupante la emergencia de ciertas actitudes intelectuales, de las que hemos puesto unos ejemplos, que no conducen a una mayor emancipación del hombre, sino a constreñirlo y a esclavizarle, y éstas, si estuvieron presentes hace mil años nos toca cambiarlas ahora.

 
 
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