Todo es una perla brillante, incluso el antro del demonio de la montaña negra
(Dogén)
 
 
 

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EDWARD SCHILLEBEECKX

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(1914 - 2009)

EL RECUERDO CRÍTICO DEL PASADO ABRE LAS PUERTAS DEL FUTURO

Fco. Javier Avilés Jiménez

El 23 de Diciembre de este año de 2009 ha muerto el teólogo dominico belga flamenco Edward Schillebeeckx. Como dominico, dedicó su vida a la teología bajo el carisma de la predicación, esto es, del anuncio del evangelio, de la misión evangelizadora y pastoral de la Iglesia. Como parte viva y activa de la comunidad católica holandesa, compartió con su Iglesia local el afán por renovar la vitalidad de la fe en diálogo con una realidad religiosa marcada por la secularización, el ecumenismo y la exigencia de una formación teológica seria y renovada. Ambos elementos de su contexto existencial (SÁNCHEZ CHAMOSO 1982: 92 – 100) ayudan a llevar a cabo la interpretación del sentido global de su obra teológica y el compromiso intelectual y vital con que ha sellado sus opciones por un Cristianismo relevante y, por y para ello, fiel de modo crítico a su pasado normativo. Dentro de ese contexto eclesial, fue asesor del episcopado holandés en el concilio Vaticano II y a él se le reconoce la autoría de algunas de las formulaciones de sus documentos. Defendió esa línea de un modo especial cofundando y colaborando con la revista internacional de teología Concilium. Pagó el precio de su posicionamiento con tres procesos por parte del magisterio que no llegaron a mayores y pudo desempeñar hasta su jubilación su cátedra en la Universidad Católica de Nimega.

Las claves de su formación vienen dadas por la escuela teológica de Le Saulchoir, donde conoció la influencia de los teólogos M. Dominique Chenu y J. M. Yves Congar. La nouvelle theologie era tan nueva como tradicional, pues la novedad en los planteamientos y las conclusiones se basaba en un conocimiento más profundo y matizado de la tradición teológica, tanto antigua como medieval. Y Schillebeeckx cuenta con su familiaridad con el tomismo releído con nuevas perspectivas. Respecto a su fundamentación filosófica, la que le ayudará a tener criterios de interpretación de la tradición que le permitan no limitarse a repetir lo ya dicho, acogió las ideas de su maestro en Lovaina, D. de Peter. A diferencia del enfoque trascendental de Marechal, que influirá en Rahner, de Peter emplea el análisis fenomenológico con la pretensión de alcanzar la experiencia atemática que subyace a la experiencia conceptual. Esta orientación latirá bajo todo el ejercicio teológico de Schillebeeckx, preocupado siempre porque la teología no cayera en un intelectualismo alejado de los problemas reales del mundo presente, en concreto, de la suma deshumanizadora del sufrimiento que padecen millones de personas por causas económicas, sociales y políticas.

Según Robert Schreiter, discípulo y conocedor experto de la teología de Schillebeeckx, su obra tiene dos periodos (GIBELLINI 1998: 345 – 347) uno que iría en la línea de un tomismo abierto, que tiene en cuenta la historia de las formulaciones doctrinales antes la reflexión sistemática; y el segundo, a partir de 1967, en diálogo con las nuevas hermenéuticas. Su abordaje de la cuestión interpretativa tenía como finalidad una comprensión de la estructura cognitiva de la experiencia humana y cristiana. Es a este segundo periodo al que nos referiremos, fijándonos en la hermenéutica de la experiencia, la Cristología, la Iglesia y la teología, si bien, hay otros temas importantes. El propio Schillebeeckx,  da a entender esta división en dos periodos en el coloquio con Strazzaro y señala como otros centros de interés en su trabajo teológico la Creación, la Escatología, la Ética y los ministerios en la Iglesia (1993: 55 – 84)

I. Fe, historia y experiencia creyente

La teología hermenéutica con la que Schillebeeckx no es mera exégesis o suma de técnicas interpretativas, pues se halla en correlación con una teoría crítica de la sociedad, de modo que lo actualizado no es sólo un significado teorético, sino una praxis (1973). Los criterios de esta teología anticipan la posibilidad de relevancia en la sociedad postmoderna, cuando la razón monológica explota en una pluralidad de discursos con sentido. La pluralidad significativa de la fe permite lecturas diferentes. El criterio de correlación fe – experiencia, permitirá que entre esas lecturas las haya con respuestas para el presente. El criterio soteriológico, la convicción de que lo que tienen en común todas las lecturas posibles de la revelación es la intención emancipadora del Reino, habrá de permitir que la significatividad y relevancia de la fe lo sean en fidelidad a lo más original de la revelación cristiana.

En Los hombres relato de Dios, que sería el tercer volumen de la Cristología de Schillebeeckx, antes de abordar el carácter decisivo de Jesucristo y el rostro de una Iglesia que pueda hablar de Él de forma creíble, retoma su preocupación constante por el mundo, la humanidad y lo salvífico con el desarrollo de su máxima preferida: “fuera del mundo no hay salvación”.

La secularización y las crecientes dificultades para presentar a Dios como una respuesta a búsquedas y preguntas que todavía se hace el hombre, forma parte del análisis del mundo presente. Schillebeeckx, encuentra en el hombre una dimensión mística con la que la fe cristiana habrá de conectar. Para ello, esa misma fe, tendrá que aprender a buscar en el mundo, la cultura, la historia, espacios de revelación.

II. Jesús, el viviente

Es ya patrimonio común de la Cristología contemporánea la valoración como rigurosa, creativa y muy sugerente de la obra cristológica de Schillebeeckx: Jesús. La historia de un viviente (1974) y Cristo y los cristianos. Gracia y liberación (1977). Para una mejor comprensión de esta propuesta cristológica y, de paso, responder a las críticas e interrogantes que suscitó, el teólogo dominico publicó en 1978 “En torno al problema de Jesús. Claves de una cristología”. Su primer mérito es la difícil competencia exegética. Para la teología es un reto tener un alto nivel de conocimiento bíblico que le permita ser fiel al texto normativo que la Iglesia confiesa como palabra de Dios. Schillebeeckx lo consigue, con una lectura erudita y, al tiempo, imaginativa. Pero, junto al despliegue exegético, esta obra pone de manifiesto la preocupación fundamental de su autor por una teología que se entiende como hermenéutica crítica, es decir, como interpretación actualizadora de los significados relevantes que par el cristiano de hoy tiene el Evangelio de siempre.

De las muchas aportaciones originales y productivas de la cristología de Schillebeeckx subrayamos tres:

  • El propio método que sigue. Con su opción por una teología hermenéutica, interpreta los textos evangélicos con el criterio de las necesidades, anhelos y búsquedas del hombre contemporáneo, la experiencia humana que, con la Palabra de Dios, sería la segunda fuente de la teología cristiana, si bien han de mantenerse en una relación continua y crítica (1983: 17). No en vano, la primera fuente, también es una experiencia, una experiencia de salvación, la de la fe de los primeros cristianos en la vida nueva y la misericordia liberadora que se nos han bridado en la vida de Jesús de Nazaret, como “intérprete decisivo y definitivo de Dios” (1983/2: 89).
  • Su criterio teológico de valorar, ante todo, el sentido soteriológico del mensaje, la vida y el significado creyente de Jesús de Nazaret. La Cristología de Schillebeeckx intenta responder a la pregunta por la validez actual del carácter de Buena Nueva del mensaje y la vida de Jesús de Nazaret. Esta orientación soteriológica en conexión con la realidad de la sociedad moderna, secularizada y desarrollista como punto de partida, le da a la relectura que el autor hace de los textos evangélicos y del dogma cristológico un tono esperanzador, positivo y atractivo, que es lo que ha de intentar el cometido pastoral o evangelizador de la misión de la Iglesia.
  • En el tema, teológicamente difícil, de explicar el sentido de los textos de la resurrección, Schillebeeckx insiste en interpretar los relatos de las apariciones como muestra de un proceso de conversión de los discípulos, que sería inexplicable con una ruptura total entre la experiencia pre – pascual y la confesión de fe en Cristo resucitado. Esto, él lo explicita con un axioma que nos parece más luminoso por su efecto pastoral, valga decir místico, que por su contundencia teológica: “No existe tanta diferencia entre el modo en que nosotros podemos alcanzar tras la muerte de Jesús la fe en el Crucificado resucitado y el modo en que los discípulos de Jesús llegaron a la misma” (1981: 319). Habría pues una mayor continuidad entre la experiencia del seguimiento y la fe en el resucitado: las apariciones del resucitado no serían la única causa de la fe en Cristo. Sobrino (1999) hace un balance de la postura de Schillebeeckx en relación con la de Kessler, que defiende la discontinuidad.

III. Una Iglesia de hermanos y hermanas

A pesar de lo crucial que tiene la reflexión teológica sobre Jesucristo (cristología), como lo muestra el que a Schillebeeckx le valiera un proceso ante la Congregación para la Doctrina de la Fe, es en la eclesiología –y en la teología moral- donde un teólogo se juega las habichuelas. De esto, da fe que al dominico se le abriera otro proceso (1984) a cuenta de su obra “El ministerio eclesial. Responsables en la comunidad cristiana”. El enfoque pastoral que Schillebeeckx considera propio del quehacer teológico, encuentra en esta reflexión sobre la Iglesia, una aplicación práctica, al abordar el problema de la presidencia de las comunidades en una Iglesia que ya no tiene un presbítero para cada comunidad y, sin embargo, no por ello carece de la riqueza ministerial y sacramental que la constituye. Aquella reflexión anticipaba diagnósticos que hoy se han hecho más acuciantes.

Aunque, como reconoce en el prólogo de Los hombres relato de Dios (12 – 14), la alegría de pertenecer a la Iglesia católica se ha visto tras el Vaticano II ensombrecida por la resistencia a aquella iniciativa renovadora y, por ello, merece la pena centrarse en el anuncio de lo que de buena nueva tiene la misión de la Iglesia, Schillebeeckx no ha renunciado a proponer el modelo eclesiológico que, a su juicio, tiene futuro. Pero tomamos nota de ese lamento y de su invitación a no perder las fuerzas en estériles debates intraeclesiales. Fiel a las búsquedas teológicas y pastorales que dieron lugar a la confianza y el valor de la renovación conciliar, Schillebeeckx aboga, con fundamentación en los orígenes neotestamentarios y en la cristología que él mismo ha ayudado a poner de relieve, por una Iglesia que supere el clericalismo, concentración de toda la autoridad en manos del ministerio ordenado. Es cierto que a algunos les puede el miedo y otras razones inconfesables para oponerse a una democratización del gobierno de la Iglesia, que lejos de ser una mera politización del modelo de relaciones comunitarias, es una auténtica expresión de su ser bautismal. Pero el futuro de la Iglesia, la Iglesia que tiene futuro, pasa porque la Iglesia no se preocupe sólo por su futuro, de ella misma, sino que se involucre, como hizo Jesús, en el bienestar integral del ser humano, es decir, en la praxis de la salvación, especialmente para los oprimidos.

En coherencia con esta eclesiología ministerial y comunitaria están las posiciones que Schillebeeckx ha defendido respecto a los temas conflictivos del celibato opcional de los presbíteros, la ordenación de las mujeres y los nuevos ministerios, así como la colegialidad como forma propia de ejercer la autoridad de la Iglesia.

IV. La teología

Schillebeeckx se reconocía teólogo de los pies a la cabeza. La voluntad de poner la fe en diálogo con la experiencia de hoy, no supuso para él renunciar al carácter racional que también tiene la fe y que es mejor antídoto contra el fundamentalismo (1993: 85). Hoy, que se reivindica la defensa de la fe de los sencillos (CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA 2006: nº 3) contra ciertos desarrollos teológicos, resulta especialmente importante esta declaración del papel de la inteligencia en la vida creyente. La base de esta exigencia crítica le viene a la fe desde dentro de ella misma: “El acontecimiento revelado, transmitido a través de una experiencia de fe, nos impulsa a la reflexión. Como consecuencia de ello, el contenido de la fe cristiana nos viene ya dado en proposiciones teológicas” (1983/2: 11).

En septiembre de 1970, la revista Concilium celebró en Bruselas un congreso bajo el tema “El futuro de la Iglesia”, que inevitablemente también es el futuro de la teología. Schillebeeckx hizo de anfitrión y presidente del congreso. En el número de la revista que recoge los trabajos del congreso hay un artículo del teólogo de Nimega en el que sintetiza su visión de la teología: “La categoría > de la teología” (1970: 216 – 222). En la tradición tomista, que conoce bien, el teólogo dominico habla de la teología como “ciencia parcial” (subalterna la llama el Aquinate en STh I, q1) y cita a las otras ciencias como “loci theologici”, abogando por una teología en relación con los otros saberes, no solo la filosofía. Como ciencia de la fe, la teología tematiza y guarda la trascendencia de la fe para facilitar su aplicación en la historia. Es una interpretación actualizadora, pero su actualización no se queda en las formulaciones teológicas, sino que aspira a convertirse en praxis, y praxis liberadora, pues lo que actualiza es una buena noticia. Y es una teoría crítica, tanto con la sociedad como con la Iglesia, para poder llevar a cabo la llamada a la conversión que esa Buena Nueva reclama.

Esta es la teología a la que Edward Schillebeeckx dedicó su vida, y lo hizo con el resultado de una felicidad que bien hablaba de su propia visión del Cristianismo en tanto que oferta de vida plena. Todo lo contrario de una versión amargada y gruñona de la fe y de la Iglesia, que da la razón a Nietzsche en su acusación a la religión de enemistad con la vida. Pero, si el acento recae en la voluntad de Dios porque seamos felices, procurando que lo seamos todos y, por tanto, trabajando por un mundo más justo, entonces se puede seguir creyendo en Dios y, no por ello, dejar de disfrutar la llamada a la vida que Dios nos dio.

BIBLIOGRAFÍA

  • CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA. Teología y secularización en España. A los cuarenta años de la clausura del concilio Vaticano II. Instrucción pastoral de la LXXXVI Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española. 30 de Marzo de 2006
  • GIBELLINI, ROSINO. La teología del siglo XX, Sal Terrae, Santander 1998: 345 – 369 (traducción de RUFINO VELASCO; segunda edición en italiano, 1993)
  • SÁNCHEZ CHAMOSO, ROMÁN. La teoría hermenéutica de E. Schillebeeckx, Biblioteca Salmanticensis, Salamanca 1982
  • SCHILLEBEECKX, EDWARD
    • Revelación y teología. Sígueme, Salamanca 19693 (traducción de ALFONSO ORTÍZ GARCÍA de la edición francesa; original en holandés de 1965)
    • La categoría crítica de la teología. Concilium Número extra (1970) 216 – 222
    • Interpretación de la fe. Aportaciones a una teología hermenéutica y crítica. Sígueme, Salamanca 1973 (traducción de JOSÉ M. MAULEÓN de la edición alemana; edición original en holandés, 1971)
    • Jesús. Historia de un viviente. Cristiandad, Madrid 1981 (traducción: A. ARAMAYONA; original en holandés, 1974)
    • Cristo y los cristianos. Gracia y liberación. Cristiandad, Madrid 1983 (traducción: A. ARAMAYONA; original en holandés de 1977)
    • En torno al problema de Jesús. Claves para una cristología. Cristiandad, Madrid 1983 (traducción: EMILIO PALACIOS; edición original en holandés de 1978)
    • El ministerio eclesial. Responsables en la comunidad cristiana. Cristiandad, Madrid 1983 (traducción: J. M. DÍAZ; 2ª edición en holandés de 1980)
    • Los hombres relato de Dios. Sígueme, Salamanca 1994 (traducción de MIGUEL GARCÍA BARÓ; edición origina en holandés de 1989)
    • Sono un teólogo felice. Colloqui con Francesco Strazzari. Edizioni Dehoniane Bollogna, Bologna 1993
  • SOBRINO, JON. La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas. Trotta, Madrid 1999

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