Un símbolo religioso no se basa en creencia alguna, Y sólo donde hay una creencia hay error
(Ludwig Wittgenstein)
 
 
 

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Enciclopedia teológica

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"Melibe soy, a Melibea adoro..."
Antonio Javier Ortiz

Con estas palabras se dirigía Calisto en "La Celestina" a Pármeno cuando éste le recriminaba su devoción por Melibea, lo que no parecía, ciertamente, muy cristiano. Calisto no tiene inconveniente en confesar su nueva religión. Semejante escena nos muestra un ejemplo claro de lo que se ha venido en llamar amor cortés. Éste consiste en una doctrina erótico-poética fundada en la sumisión del enamorado-poeta a la dama, fuente de virtudes, que se muestra esquiva ante los deseos y los padecimientos del que la requiere. Esta corriente tiene su origen en las cortes de la Provenza del s. XII extendiéndose luego por toda Europa, y alcanzando una fama que hace que muchos de sus tópicos nos pasen desapercibidos de puro habituales. Los rasgos de los que hemos hablado se unirán luego a los del Neoplatonismo, corriente ¡deslizante que resurgirá en el Renacimiento, y que se empeña en hacer del amor una cuestión puramente espiritual, con lo que la dama, convertida en un dechado de virtudes no es más que un espejo en el que se ha de mirar el alma. Semejante ascetismo no se encuentra en los orígenes provenzales, ya que, aunque hemos hablado de la amada como de un ser superior al que el amante rinde pleitesía (como si de un ritual caballeresco se tratara), estos rasgos se acentúan especialmente en la fin amors, una de las dos variantes en las que se podría separar el término genérico de amor cortés, mientras que la foll amors (amor loco) se caracteriza por una mayor presencia de las pasiones físicas y de la sexualidad.

En definitiva esta corriente poética da lugar a una literatura caracterizada por un continuo juego de metáforas que se hará muy popular en el contexto europeo: en Francia se verá "contaminada" por la vena ovidiana, en Italia Petrarca la elevará hasta el misticismo, en la Corona de Aragón Ausias March hará lo propio añadiendo un personal pesimismo existencialista, y en Castilla, al margen de la fortuna alcanzada en los Siglos de Oro, durante la Edad Media, dará lugar a toda la poesía de Cancionero del S.XIV.

De ésta mostraremos un sólo ejemplo: Torre de la niña y darte, si no darte he yo combate. Mi linda torre es de suerte, con lo que en ella se ha hecho que estando en mayor estrecho entonces está más fuerte. En combatirla está tu muerte, pues sin mayor debate, más fuerte la hará el combate.

En este caso podemos ver una identificación de la amada con una fortaleza que el amante se empeñaba, sin éxito, en conquistar, lo que no consigue que desista de sus propósitos, sino todo lo contrario. Sin embargo debajo de este ropaje podemos encontrar unas claras referencias sexuales: todo el poema escondería un requiebro, que no busca sino conseguir la muerte con la amada, por esta se entendía la culminación del acto sexual. Este es un claro ejemplo de la poesía del amor cortés caracterizada por juegos conceptuosos de metáforas en los que se mezclan significados ascéticos, con otros más carnales.

 
 
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