La Iglesia sólo es Iglesia cuando sirve a los demás.
(Dietrich Bonhoeffer)
 
 
 

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Enciclopedia teológica

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La idea de creación
José Manuel Lozano

La idea de «creación» es una aportación específicamente cristiana que toma su forma actual -creación del mundo a partir de la nada- en el siglo II con las reflexiones de Taciano e Ireneo. Otros modelos de formación del mundo, como el de su configuración a partir de una materia preexistente o el de su emanación de la esencia divina, parecían comprometer el poder y la libertad de Dios. El objetivo principal de estos teólogos era poner de relieve que el mundo no tiene en sí la razón de su existencia, sino que ésta se la debe total y absolutamente a Dios. Era otra forma de decir lo que ya había expresado bellamente el Salmo 104: "Les retiras el aliento, y expiran, y vuelven a ser polvo; envías tu aliento y los creas, y repueblas la faz de la tierra".

Esta dependencia del mundo con respecto a Dios no se limita al momento inicial del universo. Es una relación que se prolonga en el tiempo y que apunta a una plenitud final. De Dios se dice también que sostiene a la creación en el ser; que acompaña su continua búsqueda de complejidad y autonomía; que la dirige hacia la realización última de todas sus potencialidades. Lo importante no es, pues, que el universo haya comenzado a existir en un momento dado, sino más bien la afirmación de que Dios es el fundamento del mundo y su evolución. Ya lo decía Santo Tomás y hoy lo recuerdan también muchos teólogos.

Tanto la astrofísica como la teología hablan del único universo que conocemos, aunque lo hacen con enfoques distintos. Esto no significa que no tengan nada que decirse una a otra. El diálogo y la interpelación mutua son siempre mucho más enriquecedores que la indiferencia. No se trata de buscar concordismos apresurados, pero sí de lograr una cierta coherencia entre las visiones del mundo que sostenemos en tanto creyentes y en tanto personas influidas culturalmente por la ciencia. La teología reconoce hoy como válida la explicación del origen del universo que ofrecen los científicos e intenta que su discurso sobre el mundo como creación de Dios no la contradiga, aunque sabe bien que no se agota en ella. La ciencia reconoce los límites de sus teorías y acepta que la riqueza del cosmos no puede quedar atrapada en unas cuantas ecuaciones. La «gran explosión» de la que nos habla la teoría hoy más aceptada en astrofísica es una singularidad matemática en la que dejan de ser aplicables las leyes de la física, un punto donde la ciencia no tiene más remedio que guardar silencio. Allí son ya otras las preguntas.

Durante mucho tiempo, los teólogos han hablado de Dios como la Causa Primera que se sirve de las causas segundas, los procesos que con tanto éxito describen las leyes de la física, para hacerse presente y gobernar el devenir del mundo. Hoy se prefieren otros modelos más personales, como el que se inspira en la imagen de la madre y la criatura que habita en su seno. Esta goza de una relativa autonomía, pero depende de la madre para su existencia y crecimiento. Son éstas palabras balbucidas «con temor y temblor», pero con una esperanza: que seamos capaces de superar conflictos que no benefician a nadie y ciencia y teología puedan colaborar en el reto de hacer de nuestra tierra un verdadero «hogar» para todos y todas.

 
 
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